De pequeño La Aldea era mi segunda casa. Ver las montañas,
jugar en la hierba, las vacas, estar con mi abuela Josefa y comer su tortilla, era todo lo que necesitaba para ser feliz.
Josefa y su tortilla ya no están, pero todo lo demás sí. Y estoy yo que me desvivo para que tú también te sientas como en casa y disfrutes de la “tierrina”.
Por cierto, soy Óscar Morán, y aunque toda la vida tuve un bar, no soy ningún experto en turismo rural. Simplemente, quiero compartir contigo un lugar que tiene un enorme valor emocional para mí: la casa de mi bisabuela Dolores en el pueblo de La Aldea, en Asturias.